El Dr. Leonardo Guzmán es abogado, periodista de opinión, editorialista, fue director del diario El Día desde 1971 a 1977, redactor responsable desde 1975 a 1977. Ex ministro de educación y cultura durante el gobierno del presidente Jorge Batlle. Actualmente es columnista del diario “El País”. Desde su juventud, fue amigo y admirador de Omar Ibargoyen Paiva
A su vez el Dr. Guzmán realizó una columna en el Diario El País en homenaje a Omar y puedes leerla a continuación.
Gentileza: Diario El País.
Ibargoyen y la persona
El 4 de mayo de 1993 murió Omar Ibargoyen Paiva. El jueves próximo se cumplirán 30 años. No
movió multitudes: buscó revolucionar conciencias. Por eso, su giro existencial no merece quedar
confinado entre íntimos.
Integró con brillo el Movimiento Antitotalitario del Uruguay, inspirado por constitucionalistas
ilustres – Justino Jiménez de Aréchaga, Juan José Carbajal Victorica-, y ciudadanos de todas las
tiendas no comunistas y no fascistas. Armó la Tribuna Libre de la Juventud que abrió El País por
inspiración generosa de Eduardo Rodríguez Larreta y Washington y Enrique Beltrán.
Allá por 1954 abrazó el Rearme Moral, cuyo líder, Frank Buchman, había sido un pastor luterano
que sustentaba caminos de no violencia e impulsaba la reforma de los pueblos desde la intimidad
de las personas, transformadas por el perdón recíproco de disputas anteriores y por la aceptación
cabal de cuatro principios: amor absoluto, honestidad absoluta, desinterés absoluto y pureza
absoluta.
La expansión de la conciencia era un propósito con prestigio. El planteo tuvo resonancia en aquel
Uruguay que había venerado a Gandhi, escuchado el pacifismo de Krishnamurti, y tenía asilado a Eugen
Relgis. Y cuando el grupo inicial se desgranó, Ibargoyen dedicó tiempo y dinero a pavimentar las
mismas rutas espirituales en distintos países de América. No buscó parecer original ni romper los
moldes con planteos rimbombantes. Procuró la sencillez, haciendo filosofía para el común.
Discrepamos en varios enfoques pero mantuvimos una coincidencia esencial: hay principios que
son absolutos. Lo son tales, aun cuando el error, la distracción o la pereza nos tienten a violarlos.
Son tales, aun cuando se haga escarnio de ellos. Lo son porque los hechos acaecen y las cosas
son, pero los valores valen, incluso después de pisoteados.
Si hoy evocamos a Omar Ibargoyen Paiva no es sólo por la estela que dejó sino por el valor
creciente que adquieren los gestos de dispersos puñados humanos que se enamoran en común de
una idea generosa y buscan convertirla en buena nueva, con angustia por el aquí y el ahora.
Esa clase de grupos, inspirados por distintos temas de fe o convicción, están por encima de los
cintillos y las encuestas. Se ocupan de lo universal humano. Actualizan experiencias históricas
para erguirse y orientar el paso entre el caos conceptual y el eclipse afectivo que amenaza a esta
comarca y al planeta entero.
Nos azota la proclamación impúdica de las intimidades. Nos descorazona la insuficiencia de los
programas económicos. Nos amenaza la guerra. Nos atropella la inteligencia artificial no sólo por
los puestos de trabajo: también por el riesgo de seguir perdiendo fragmentos nobles de nuestra
libertad a manos de la impersonalización informática.
En ese cuadro, la esperanza de salvar lo humano radica en seres capaces de pensar en voz alta
para defender la independencia del sentir y el pensar.
El Uruguay lo vio claro y fue ejemplarmente republicano cuando hizo fuerte a la persona,
educándola en la frontera polémica entre el espiritualismo laico y el religioso. En cambio, cuando
experimentamos con materialismos crudos y con el odio de clases que ha vuelto a instilarse,
cosechamos desencuentros y empequeñecimos a la persona.
Por tanto, es tiempo de repasar soñadores como Ibargoyen, paradigma.
Enlace al articulo: https://www.elpais.com.uy/opinion/columnistas/ibargoyen-y-la-persona
Jueves 28 de abril de 2023
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Omar Ibargoyen Paiva, promotor de cambio
Pedro GaudianoVicepresidente FOIP
Montevideo, 4 de mayo de 2023
Hace 30 años, el 4 de mayo de 1993, falleció Omar Ibargoyen Paiva. Junto con su
esposa, la norteamericana Jeanette Alonso, crearon la fundación que hoy lleva su
nombre (FOIP, www.fundacionoip.org). Y ambos, junto con los franceses Jeanne Azam
y Bernard Pâris, fueron cofundadores y “pilares” del Elenco y luego el Movimiento
Latinoamericano ¡Viva la Gente!, hoy Gente que Avanza. 1
Abogado uruguayo, gran lector, investigador y escritor, Ibargoyen dedicó su vida, su
pasión y convicción a la educación de las personas, pero especialmente de la juventud.
“No movió multitudes: buscó revolucionar conciencias. Por eso, su giro existencial no
merece quedar confinado entre íntimos”, escribió días atrás Leonardo Guzmán –gran
amigo y admirador de Ibargoyen, desde su juventud– en su columna editorial en el
diario «El País» (28/04/2023). Desde la FOIP, como promotores de cambio (de ese
“giro existencial” que mencionaba Guzmán), queremos homenajear a nuestro “Pilar
Intelectual” compartiendo algunos aspectos claves de su itinerario vital.
En el Ateneo de Montevideo
En 1950, con 24 años, fue uno de los 30 fundadores de un movimiento juvenil llamado
“Ateneo Americanista”, y más tarde, “Ateneo Nacionalista Americanista”. Eran jóvenes
deseosos de luchar por un hombre nuevo y una América Latina nueva, por una
integración sobre bases culturales y principalmente espirituales, y por una reforma del
sistema económico, político y social. Muchos de ellos integrarían luego el Movimiento
Antitotalitario del Uruguay, que surgió en 1953 en el seno del “Ateneo de Montevideo”.
Ibargoyen y sus amigos produjeron una importante renovación en aquella célebre
institución, que por entonces presidía Carlos Vaz Ferreira.
El 17 de julio de 1953 el diario «El País» de Montevideo publicó el “Manifiesto de la
División Juvenil del Movimiento Antitotalitario del Uruguay”. Era un pronunciamiento
de la juventud uruguaya que, ante los problemas políticos, económicos y sociales de
aquella época, luchaba contra todas las formas de totalitarismos, ya fueran de izquierda
o de derecha. Aquel Manifiesto fue firmado por 102 jóvenes. Muchos de ellos
alcanzarían luego un importante reconocimiento público en la sociedad y la cultura
uruguaya. Allí figuraban, por ejemplo, los tres primeros directores de la sección del
diario «El País» titulada “Tribuna Libre de la Juventud”, que eran: Omar Ibargoyen
Paiva, Estanislao Valdés Otero y Jorge Luis Elizalde; pero además figuraban Alejandro
Végh Villegas, Leonardo Guzmán, Nelson Giguens Risso, Eduardo Rocca Couture,
Daniel Scheck, Américo Ricaldoni (h.), Barret Puig, Luis Bolasco Sindín, Werther
Martínez, Washington Barbot, Héctor Bajac, Tibor Rieracker, Hugo Laurnaga, etc.
También firmaron 14 mujeres: Ana María Balparda, Peggy del Barrio, Odila Ibargoyen,
Dalia y Beatriz Dicono, Margarita Mangoni de Macchi, Myriam Ribeiro, Beatriz y
Ofelia Rovira Otero, Miriam Salvat, Nelsa Sosa, María Celia Trianón, María Luisa y
Yolanda Viale.
Del Rearme Moral a ¡Viva la Gente!
El pastor luterano norteamericano Frank Buchman (1878-1961) fue el iniciador en
Europa del movimiento del Rearme Moral, hoy llamado Iniciativas de Cambio. El
núcleo de la propuesta de Buchman consistía en invitar a las personas a dedicar un
tiempo diario a hacer silencio, escribir todos los pensamientos que vengan a la mente,
compararlos con cuatro principios absolutos: absoluta honradez, absoluta pureza,
absoluto desinterés y absoluto amor, y finalmente obedecer los pensamientos que se
obtengan.
Esto que parece tan simple, tuvo una repercusión internacional. Buchman sostenía:
“Cuando el hombre escucha, Dios habla; cuando el hombre obedece, Dios actúa; cuando
los hombres cambian, las naciones cambian”. Así lo demuestra el libro “Remaking the
world”, que reúne 64 discursos pronunciados por Buchman en distintas partes del
mundo entre 1932 y 1961, año de su muerte. Este libro fue publicado también en chino,
danés, holandés, finlandés, francés, alemán, italiano, japonés, noruego y sueco. La
edición en inglés publicada en 1961 incluye varios suplementos a cargo de distintas
personalidades, entre ellos el ministro de Relaciones Exteriores de Francia Robert
Schuman; los teólogos alemanes Karl Adam y Werner Schöllgen; el filósofo francés
Gabriel Marcel; el canciller alemán Konrad Adenauer y el Abad Primado de la Orden
Benedictina Bernardus Kaelin.
El católico inglés Peter Howard (1908-1965) fue el sucesor de Buchman en el liderazgo
mundial del Rearme Moral. Fue quien más y mejor impulsó dicho movimiento entre los
jóvenes. Durante la primera mitad de la década de 1960 promovió en los Estados
Unidos el surgimiento del movimiento juvenil Up with People!. En vida de él se
vendieron más de cuatro millones de ejemplares en doce lenguas de sus dieciséis libros.
Sus catorce obras teatrales fueron atracciones de taquilla en cuatro continentes. Su
nombre está íntimamente ligado al célebre Westminster Theatre de Londres, ya que diez
de sus obras teatrales y musicales fueron estrenadas allí.
Omar Ibargoyen Paiva, su esposa Jeanette Alonso, Jeanne Azam y Bernard Pâris, fueron
formados en su juventud en aquel movimiento iniciado por Frank Buchman y
continuado por Peter Howard. Los cuatro vivieron un “cambio” radical en sus vidas y
supieron luego sintetizar lo mejor del Rearme Moral de Europa y del Up with People!
de Estados Unidos, iniciando en enero de 1970 el Elenco y posteriormente Movimiento
Latinoamericano ¡Viva la Gente!, que a partir de 1998 pasó a llamarse Gente que
Avanza.
El “cambio” de Ibargoyen
En 1954 Ibargoyen tomó contacto con tres integrantes del Rearme Moral, que llegaron a
Montevideo para invitar a un congreso que se iba a realizar en Caux, Suiza, en junio de
aquel año. Uno era un abogado norteamericano, y los otros eran jóvenes líderes
comunistas, uno de Suiza y el otro de Brasil. Los tres habían vivido un “cambio” y
habían sido unidos por la nueva filosofía del Rearme Moral. A Ibargoyen le impactó
que existiera algo capaz de cambiar a un comunista y también a un capitalista. Pero
aunque quería ir a aquel congreso, no disponía de los medios económicos para viajar a
Suiza.
Sin embargo, sucedió algo inesperado que le permitiría a Ibargoyen realizar aquel viaje.
El Ateneo de Montevideo lo eligió para asistir al Primer Congreso contra la
Intervención Soviética en América Latina, que tuvo lugar en la Ciudad de México del
27 al 30 de mayo de 1954. Allí el joven uruguayo presentó varias mociones, entre ellas,
la propuesta de designar a un grupo de especialistas para redactar un “Manifiesto
Humanista”, en contraposición al “Manifiesto Comunista” de Karl Marx.
Además, el 31 de mayo presentó una declaración suscrita por los delegados de los
movimientos juveniles de Brasil, Ecuador, Guatemala, México, Nicaragua, Panamá,
Paraguay y Uruguay. Al comparar el texto de esa declaración con las mociones que
Ibargoyen había presentado ante el mismo congreso, se puede constatar una muy amplia
coincidencia. Esto evidencia la capacidad de Ibargoyen de contagiar sus ideas a jóvenes
de otros países latinoamericanos. En aquella declaración estaban, en ciernes, las ideas
básicas que acompañarían a Ibargoyen a lo largo de toda su vida, especialmente la
importancia de la juventud en la formación de una auténtica conciencia americanista y
en la defensa de los principios democráticos y de la libertad. Ibargoyen fue un gran
difusor de los fundamentos más profundos de la democracia, de su naturaleza, del
alcance y la eficacia de sus principios, de las condiciones para reconocer su vigencia
real, y de sus ventajas respecto a las demás formas de convivencia.
Ibargoyen quedó muy decepcionado por el desarrollo del congreso de México, que
calificó de “extremadamente confuso y contradictorio” ya que “se presentaron y
aprobaron mociones de cierto tono reaccionario, o que hacían una explotación desleal
del peligro comunista para afirmar las posiciones de determinada religión, junto a otras
mociones interesantes reclamando mejoras en el orden social”. Comprendió “la
ineficacia de las meras palabras para vencer aquello que ofusca la mente y perturba el
ánimo de los que quieren quitarle al hombre sus libertades”, y que era necesario
encontrar un mensaje nuevo, capaz de vencer la desorientación, la desesperación y la
angustia existentes. “Un mensaje que venza la actual revolución hacia el odio, la
violencia y la agresión, mediante una revolución hacia el amor, la tolerancia y la
fraternidad. Algo que fuera eficaz para la lucha por la libertad y la justicia”.
En ese estado de ánimo, recordó la invitación que le habían hecho en Montevideo de
participar en el congreso del Rearme Moral… y tomó una decisión que cambiaría el
rumbo de su vida para siempre: cambió su pasaje de avión de regreso a Montevideo y
partió para Caux. “Tomar el avión desde México a Suiza fue como tirarme al agua sin
saber nadar. Obedecer a una voz que me habló en la parte más íntima a mí mismo. No
me importaba llegar a Europa sin plata y sin conocer a nadie. Me puse en manos del
destino sin temor a nada de lo que él pudiera reservarme. Fue un acto de confianza en
mí mismo, de confianza en la vida y de confianza en Dios”.
El tema de aquel congreso en Caux era “El arte de gobernar con sabiduría un nuevo
mundo”. Allí se encontró con personas de distintos países, de distintas razas y clases
sociales, de distintas tendencias políticas, sociales y religiosas. Todos tenían algo en
común: buscaban algo diferente para sus vidas. Pudo conversar, por ejemplo, con dos ex
miembros del Komintern -organización del más alto nivel dentro del comunismo,
posteriormente disuelta– que dirigía la revolución del comunismo en el mundo: Hans
Bjerkholt, fundador del partido comunista de Noruega y Eudocio Ravines, fundador del
partido comunista de Perú. Conoció al líder de los obreros del Ruhr, de Alemania, Max
Bladeck, y a personalidades como Maurice Mercier; y tuvo contacto directo con varios
líderes sindicales, empresariales, políticos, educadores, etc.
Pero para Ibargoyen, lo más importante de aquel congreso fue que, inspirado por varios
testimonios que escuchó, fue a su cuarto y realizó una revisión de toda su vida en
relación a los cuatro principios morales absolutos que proponía el Rearme Moral:
honradez, pureza, desinterés y amor absolutos. Y vivió una verdadera transformación
interior, un giro existencial, un cambio radical dentro suyo, que él mismo describió
como “una experiencia propia, maravillosa (aunque difícil), creadora y liberadora”.
Tomó la decisión de reparar los errores que había cometido y de cambiar muy
importantes aspectos de su vida. Pero lo más significativo que experimentó durante
aquella meditación que realizó, fue la liberación del profundo odio que sentía hacia su
padrastro. Lo relataría así:
“Vi que el odio siempre es equivocado. No importa lo que otra persona te haya hecho,
nunca debes permitir que la amargura y el odio penetren en tu corazón. Pero era un
sentimiento tan intenso que yo no podía sacarlo de mí mismo con las solas fuerzas
humanas. Así que me puse de rodillas y le pedí a Dios que me diera un corazón nuevo.
Y después de veinte minutos, más o menos, sentí como que una mano entraba a mi
pecho y me arrancaba aquel peso enorme que había en mi interior. ¡Una liberación de
ese odio!
Entonces escribí una carta pidiéndole perdón a mi padrastro, lo cual no significaba
aprobar lo que él estaba haciendo, sino pedirle perdón por mi actitud equivocada hacia
él. Además vi que yo no era tanto mejor que él como yo creía. Yo también tenía ‘mis
guardias civiles muertos’, como se dice. No era ningún santo, a pesar de que había ya
tenido un cambio. No tenía derecho a juzgar de la forma en que lo hacía.
Por otra parte, cuando uno cierra el corazón a una persona y tiene un sentimiento
negativo hacia esa persona, uno queda incapacitado para poder ayudar a esa persona.
Uno queda incapacitado para poder hablar y dialogar de corazón a corazón con esa
persona, porque nuestra agresividad impide que podamos ser eficaces en ayudar a esa
persona, que es lo que uno tiene que hacer. Porque apuntar con el dedo y acusar, eso no
cambia nada.
Cuando puse la carta en el correo, en el buzón, y ya no la podía retirar, sentí una cosa
fortísima adentro mío. Vi de nuevo muchas cosas. Vi a mi familia de nuevo, me vi a mí
mismo de nuevo, comprendí muchas cosas. Una visión nueva, una liberación. Y Dios se
volvió de nuevo real en mi vida, porque desde hacía ya mucho tiempo era sólo un ideal,
o era una especie de manera de pensar, pero había dejado de ser algo especial en mi
vida. Entonces ahí volvió a ser algo más fuerte que antes, algo muy real. Es algo
imposible de trasmitir con palabras”.
El “cambio” en su familia
Cuando regresó al Uruguay, Ibargoyen pudo constatar que aquel cambio que él había
vivido en Suiza tendría importantes repercusiones en su entorno inmediato. De hecho,
sus familiares venían arrastrando desde hacía más de veinte años problemas con la
sucesión, y le habían pedido que él interviniera como abogado. La familia poseía
muchos bienes, tanto en Uruguay como en Brasil, y había veinte partes peleadas entre
sí. Nadie se ponía de acuerdo con nadie, y para vender cualquier cosa, ya sea una casa o
unos animales, se precisaban las veinte firmas. Los abogados actuantes se aprovechaban
de esa situación.
Entonces Ibargoyen convocó a una reunión a toda la familia. Les planteó que, si todos
estaban de acuerdo, él estaba dispuesto a encargarse como abogado de la sucesión, pero
solamente si se cumplían tres condiciones: 1) Respetar las leyes y pagar todos los
impuestos que la ley mandaba; 2) él no estaría a favor ni en contra de nadie, ni de su
propia madre, sino por lo que fuera justo para todos; 3) tener autoridad para ir a todos
los bienes y decidir las cosas que fuera necesario decidir.
Todos los familiares aceptaron aquellas condiciones. Durante los días siguientes, poco a
poco, y gracias a la mediación de Ibargoyen, se fueron desencadenando una serie de
reconciliaciones entre personas que antes literalmente “se odiaban a muerte”. Hubo
varios pedidos de perdón, y eso a su vez fue generando un nuevo espíritu en toda la
familia. A tal punto que, cuando Ibargoyen convocó a una nueva reunión general, todas
las partes aceptaron enseguida y de buen grado. Relataría Ibargoyen:
“Yo había elaborado una propuesta como de ocho páginas, porque había muchas cosas,
muchas cosas… Fui leyendo las propuestas y, con gran sorpresa, vi que nadie decía na-
da. Preguntaba: ‘¿Alguien tiene algo que decir’? No, entonces seguía adelante. Prácti-
camente un 98 o 99% de todo fue aprobado ahí en el acto. ¡Era una cosa increíble! Yo
inmediatamente lo hice firmar por todos… Lo llamé al escribano por teléfono y le dije:
‘¡Vení acá y hacé el protocolo y documentá esto rápido, porque esto es una cosa increí-
ble!’ Y realmente era como un milagro. Es que había un nuevo espíritu en la familia, y
eso venía principalmente por una serie de reconciliaciones que había habido entre gente
que se odiaba a muerte antes”.
Este hecho marcaría a fuego en Ibargoyen su profunda convicción de que es realmente
posible el cambio no solo de la familia, sino de toda la sociedad, a partir del cambio de
las personas concretas.
Educador de la juventud
A pesar del resultado tan positivo de sus gestiones para solucionar el tema de la
sucesión de su familia, Ibargoyen decidió renunciar a su profesión de abogado y
dedicarse a tiempo completo a la educación de la juventud. Él mismo explicó los
motivos de aquella decisión:
“Aún en los casos que se defienda una causa justa y se produzca una sentencia favorable
del juez, aunque la otra parte tiene que someterse a la sentencia –dado su carácter
coercitivo–, aún en ese caso, la persona se somete, pero no cambia en su corazón. Si
había codicia, si había deshonestidad, si había odio, la sentencia no cambia esas
motivaciones equivocadas.
Entonces pensé: ‘Es necesario que haya leyes, que haya abogados y que haya jueces (y
también la policía); pero es más importante trabajar para que se produzca un cambio en
el corazón de las personas’.
Y por eso cerré mi escritorio profesional y me fui a trabajar por ese nuevo tipo de
educación, que constituye uno de los objetivos principales del Movimiento
Latinoamericano ¡Viva la Gente! Una educación integral que, en su etapa final, lleva a
las personas a tomar decisiones que las transforman en hombres nuevos.
Esa es la tarea previa a todas las demás, porque sin hombres nuevos no habrá ese mundo
nuevo, y esa América Latina nueva, que es la misión a la que Dios y la historia nos
están llamando”.
En 1988 Ibargoyen cerró una charla ante los jóvenes del Elenco Latinoamericano ¡Viva
la Gente! diciendo: “Deseo que ustedes lleguen a hacer cosas grandes con sus vidas. Por
cierto, espero que me superen, pero que tengan aquella fuerza que viene de Dios, siendo
instrumentos de Dios que no piden nada para sí mismos y que luchan por un mundo
nuevo basado en hombres nuevos”.
Esas palabras constituyen también hoy, un permanente desafío para todos. También
hoy, en este siglo XXI, es necesario luchar por un mundo nuevo basado en hombres
nuevos. La vida y el legado de Omar Ibargoyen Paiva dan testimonio de que eso es
posible. Al recodarlo a 30 años de su muerte, Leonardo Guzmán expresó con acierto:
“Un mundo sin esta clase de soñadores, no tiene ningún porvenir. Pero un mundo que se
proponga realizar esos sueños, que rescate la idealidad que hay detrás de cada una de las
actividades de servicio, es un mundo que promete rescatar lo permanente”.